En el siglo XIX, con la independencia, a cuyo frente marchaba Hidalgo, con la fuerza popular insurgente de indios, mestizos y algunas tropas virreinales.
A los unidos conformados por lanceros y dragones, enseñaron a los dísticos sus tercas habilidades de lanceros y dragones de la reata, siendo entonces el inicio de la identidad de los criollos mexicanos al defender su Patria.
Un ejemplo de ello fueron los clérigos Leona, los Bravo, don Ignacio Guedea, José Antonio Torres, Andrés Delgado, comandante de la unidad Dragones de Santiago, que se destacó por sus hábiles jinetes.
Al cura Hidalgo le siguió Morelos, muy hábil en el manejo del caballo, consecuencia de sus largos años de vaquero. Y las ideas de independencia prosiguieron al sur, con Vicente Guerrero; con Guadalupe Victoria, en Veracruz; Pedro Moreno en los Altos de Jalisco, Guanajuato y Zacatecas; y con los fieros arrestos de los guerrilleros que se recreaban lanzando a sus enemigos y arrastrando “panzas coloradas” (como les llamaba el pueblo), haciéndose presente la dignidad y valentía que es tradicional del pueblo mexicano, entre los guerrilleros insurgentes, indígenas y mestizos.
Consumada nuestra independencia política en 1821 y después del efímero periodo imperial de Iturbide, la Bandera de México adoptó los colores nacionales: el verde, el movimiento insurgente; el blanco, el símbolo de la pureza de la religión católica; y el rojo, que representaba la unión de los europeos y mexicanos; en franjas verticales.
El escudo recordaba una antigua tradición azteca, el águila de perfil parada sobre un nopal en medio de la laguna, con una serpiente en el pico, que fue colocado en medio de la franja blanca en 1823, año en que los mexicanos, uniendo en un haz sus voluntades, adoptaron la forma republicana de gobierno.
El patriotismo ejemplar del pueblo se puso de manifiesto una vez más durante la intervención, el imperio y la invasión francesa.
Maximiliano de Habsburgo, como buen jinete, disfrutó de la charrería, visitó las ricas haciendas pulqueras y ganaderas acompañado de algunos ricos charros que lo rodearon e hizo algunas modificaciones al traje charro, ajustándolo a la moda europea. Estas consistieron en cerrar el pantalón, manteniendo la botonadura del chinaco, cambiar la bota de campana por el botín militar de una sola pieza y con la introducción del color negro, surgió el traje de charro de etiqueta, que registró en Viena.
La historia moderna de México se inició al derrumbarse el imperio del príncipe austriaco en 1867. Se había salvado la Independencia nacional, que se definió en la lucha de las clases de aquel entonces, para representar a los rancheros endeudados con la iglesia, aparceros, peones agrícolas explotados por los hacendados, todas las demandas del pueblo y los intereses de la nación.
Todavía en ese siglo, Porfirio Díaz creó su famosa división de rurales, formada en su mayoría por charros campesinos del Bajío y de Jalisco, ataviados propiamente con el traje nacional. Dicha división era a la vez la guardia militar del Castillo de Chapultepec. En esa época, la característica del paisaje mexicano eran las haciendas, que en el porfiriato acaparaban la producción agrícola y en las que la peonada cultivaba la tierra, propiedad de los amos.