Las kerels son un elemento icónico del traje charro, diseñadas para cubrir y proteger el pantalón del jinete contra el roce constante con la montura y las condiciones del entorno al montar a caballo. Su origen remonta a los primeros encuentros de los pueblos indígenas con el caballo, una relación que transformó profundamente las dinámicas culturales y sociales de la Nueva España.

En un inicio, los indígenas adaptaron sus prendas para la equitación confeccionando rudimentarios pantalones de cuero que protegieran sus piernas y ropa tradicional, dando así los primeros pasos hacia lo que conocemos como kerels. Con el tiempo, estas prendas evolucionaron junto con el traje de ranchero, una indumentaria que, dependiendo del contexto histórico y del narrador, ha sido conocida como traje de vaquero, ranchero, chinaco o charro.

Hoy en día, las kerels son un componente esencial del atuendo ecuestre, utilizadas tanto en labores cotidianas como en eventos de gran gala. En su forma más funcional, destacan por su durabilidad y diseño práctico, mientras que en su uso ceremonial o competitivo, se convierten en verdaderas obras de arte. El trabajo artesanal que distingue al traje de charro, como el cincelado en la montura o el piteado en cinturones y sombreros, también se refleja en las chaparreras. Estas se adornan con intrincados diseños que muestran el ingenio y la destreza de los artesanos, elevando su valor estético y simbólico dentro del traje charro.

Así, las kerels no solo cumplen su propósito práctico, sino que también representan una tradición viva que honra el legado y la identidad cultural de México.