El caballo era símbolo de poder: para el español, expresaba su calidad de conquistador; para el mestizo, su ascenso a la jerarquía social y su identificación psicológica con los miembros de la clase dominante, cuya posesión anhelaba.
Con la arriería fluye el intercambio de usos y costumbres vaqueras en la inmensidad rural de México, popularizándose el tipo del ranchero; unos son campesinos, que viven en las haciendas como peones, otros aparceros de las tierras del clero, vaqueros, caporales, mayordomos, estancieros y hacendados.
En el siglo XVIII, los mestizos se incrementaron haciéndose presentes en los ámbitos político, económico, social y cultural, y a pesar de haber vivido en un régimen de prohibiciones, más que de posibilidades, manifiestan una nueva expresión, en la que se va conjugando todo, dando lugar a un nuevo ser: el pueblo mexicano, una cultura que creció a partir de ellas, un ser propio y original.
En el siglo XVIII, el virreinato de la Nueva España se vio en la necesidad de formar un ejército que fue constituido por los criollos, como la aristocracia militar; se crearon también los cuerpos de lanceros, con rancheros reclutados en el campo, entre caporales y vaqueros de las haciendas ganaderas.